Tartessos (I)

marzo 16, 2018

En la Prehistoria del hombre, una civilización fue capaz de encandilar otras civilizaciones creando en torno a ella un mito que ha perdurado en el tiempo hasta nuestros días.

Bronce Carriazo, Museo Arqueológico de Sevilla
De © José Luiz Bernardes Ribeiro / , CC BY-SA 3.0Enlace 
Tartessos ha sido, y aún hoy lo es en gran medida, el tema estelar en la investigación de nuestro pasado remoto, allí donde la historia comienza a perder sus contornos para mezclarse con el mito y la leyenda. Para la mayoría de la población Tartessos es evocación de una civilización muy antigua, anterior a la romana y coetánea, según investigaciones, de la fenicia y la griega, de un reino floreciente que habría tenido su capital en el sur de la Península Ibérica. Su antigüedad, muchos siglos antes de nuestra era, le confiere cierta habilidad antiquísima unida a una fama de sus riquezas que fueron codiciadas desde épocas muy tempranas ya fuera por los valientes navegantes fenicios o, en nuestra época, por buscadores de tesoros portadores de los utensilios de los arqueólogos. Lo cierto es que la pervivencia por ese interés tartésico aún subsiste y ha servido y servirá para alimentar todo tipo de mitos y cuentos de cazatesoros.

Los textos de los autores antiguos han conservado parte del recuerdo de lo que fue Tartessos, o al menos cómo pensamos e interpretamos que estos autores lo conocieron, de cómo los viajeros la visitaron y de la imagen que tenían quienes habían oído hablar de su existencia. Este galimatías interpretativo complica bastante la investigación sobre esta civilización ya que la particularidad de las fuentes literarias que consultamos, sumada a la complejidad de las labores arqueológicas le otorgan un misticismo muy atractivo. Ciertamente poseemos objetos y conocemos monumentos localizados en distintos puntos geográficos del sur peninsular, muchos localizados por aficionados y otros hallados por investigadores. Pese a las evidencias encontradas perviven bastantes incógnitas sobre todo porque ninguno de estos lugares ha podido ser escapado por completo.

Por un tiempo muy prolongado se defendió la asimilación del Tarsis bíblico con el Tartessos peninsular a través de argumentaciones procedentes de filólogos, historiadores y geógrafos. Lo cierto es que en la Biblia la palabra Tarsis es empleada con significados diversos. Unas veces lo interpretamos como un topónimo, véase en el libro segundo de los Salmos (72,10) en que se dice: Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecerán sus dones, y los soberanos de Seba y de Saba pagarán tributo. También en Jeremías (10, 9) se relata esto que sigue: … plata laminada venida de Tharsis. Isaías (23, 6), Pasad a Tarsis, lamentaos, moradores de la costa. También en Isaías (66, 19) podemos leer: Yo les daré una señal, y mandaré sobrevivientes de ellos a Tarsis, en las naciones de Put, de Lud, de Mosoc, de Ros, de Tubal y de Yaván, de las islas lejanas que no han oído nunca mi nombre y no han visto mi gloria... Y en Jonás (1,3): Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Yavé a Tarsis, y bajó a Jope, donde halló un navío que se dirigía a Tarsis. Pagado el pasaje del mismo, embarcó en él para marchar con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Yavé.

Esta referencia a Tarsis como un tipo específico de embarcación se repite en varias ocasiones más como en el primer libro de Reyes (10, 21-22) en el que en alusión a las riquezas en el reinado de Salomón se dice lo siguiente: No había nada de plata, no se hacía caso alguno de esta en tiempos de Salomón, porque el rey tenía en el mar naves de Tarsis con las de Hiram, y cada 3 años llegaban las naves de Tarsis trayendo oro, plata, marfil, monos y pavos reales. También en Isaías (23, 1): Gemid, naves de Tarsis; vuestro puerto está destruido. En Isaías (2, 15-16): ... contra toda encumbrada torre, contra toda muralla fortificada, contra todas las naves de Tarsis y contra los navíos de mercancías preciosas.


En otras ocasiones Tarsis aparece como antropónimo -esto es, como sustantivo que utilizamos para nombrar a las personas diferenciándolas del resto-, como es el caso de Génesis (10, 2-4): Hijos de Javan: Elisa y Tarsis, Quitin y Rodanim. Como vemos las referencias son múltiples, diversas y arquetípicas.

No faltan tampoco propuestas geográficas alejadas del marco del sur peninsular. Algunos la posicionan en algún punto lejano del Mediterráneo, incluso los hay que apuestan por una localización aún más oriental tal vez en el Mar Rojo o la India. Y puestos a elucubrar tal vez Tarsis se utilizara para denominar de una manera abstracta, debido a los limitados conocimientos geográficos de los semitas, una realidad geográfica ambigua, puede que aquella entendida como el lejano extremo occidental.

Todo ello nos hace aproximarnos a una complejidad con la que muchos investigadores actuales y del siglo XIX se han topado. Analizados los textos bíblicos, las referencias filológicas e incluso las evidencias arqueológicas, tal vez, puede plantearse como un error identificar lo que en un momento determinado y desde un punto de vista geográfico se reconoció como Tarsis, a una realidad histórica como fue la civilización tartésica. ¿Fue Tartesos Tarsis? ¿Fue Tarsis parte de Tartesos?

En los siguientes artículos intentaré no ya responder a estas cuestiones que casi podrían ser el némesis de muchos investigadores, sino dar las claves de las investigaciones realizadas, partiendo de los autores clásicos griegos y latinos, sino también dar a conocer los procesos que desde la arqueología se han venido realizando para terminar con una somera aproximación final a la historia de esta enigmática civilización.

Texto: WAGNER, C. G., "Tartessos" Cuadernos Historia 16, 46. Madrid, 1996.

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