Ordinatione Exorcistarum: Gestos y símbolos litúrgicos (II)

La Ordenación de exorcistas cuenta con una serie de símbolos y gestos de gran valor religioso y sacramental.

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San Francisco de Borja y el moribundo impenitente
Francisco de Goya, Catedral de Valencia

En el primer artículo sobre la ordenación de exorcistas -Ordinatione Exorcistarum- dimos cuenta de manera muy somera de la significación de este evento y, sobre todo, de cómo el cine y la literatura han desvirtuado este ritual de purificación. En este segundo punto, queremos acercarnos a la parte más simbólica del ordenamiento, explicando la importancia de los gestos y símbolos que se producen durante la ordenación de los exorcistas, de modo que el lector pueda entender su importancia y razón de ser.

Por medio de las fórmulas y gestos que intervienen en la ordenación (imposición de las manos, plegaria en dirección a Oriente, el canto), se invoca la virtud divina de Dios, de quién debe emanar el juicio que debe imperar en los futuros oficiantes del exorcismo quienes actuarán con la palabra y la imposición de las manos sobre los "energúmenos, los obsesos y los esclavos de los instintos malvados"[1].


Para que por la imposición de sus manos y el ministerio de su boca o fuerza de sus palabras tengan poder e imperio para sujetar a los espíritus inmundos. De Ordinatione Exorcistarum.

  • La imposición de las manos

Cabe destacar que la imposición de las manos es el gesto litúrgico más importante de todos, por estar directamente tomado de la dignidad sacramental, que entró como elemento esencial en la colación de la confirmación y el orden[2], apareciendo además en otros muchos ritos sacramentales y extrasacramentales.


Recibís pues la potestad de imponer las manos sobre los energúmenos: y en su consecuencia por la imposición de vuestras manos con la gracia del Espíritu Santo y las palabras del exorcismo se expelen los espíritus inmundos de los cuerpos, que tienen poseídos”. De Ordinatione Exorcistarum.

No obstante, hay que tener en cuenta que de la imposición de las manos y su significado, deriva el uso para cada caso; es decir, no tiene el mismo significado la imposición de las manos para el caso de los exorcismos, que bien pudiera ser el conjuro y la purificación de un influjo demoníaco, que en la ordenación de exorcistas, donde este gesto de colocar las manos sobre una persona se realiza a modo de transmisión de un poder o de un carisma otorgado por el Libro de los exorcismos que los ordenandos deben recibir a la entrega por parte del obispo.


Tomad y encomendadlo a la memoria, y tened potestad de imponer las manos sobre los energúmenos”. De Ordinatione Exorcistarum.

Y ¿quién puede realizar este gesto? La imposición de las manos está reservada alguna vez al obispo, como en la confirmación; en ciertos casos, al obispo y al presbiterio colectivamente, como en la concelebración eucarística y en las ordenaciones, o al sacerdote, como en el bautismo, y también a los diáconos y a los exorcistas en el cumplimiento de sus funciones. A los laicos está siempre expresamente prohibida[3].

El gesto de la imposición de las manos tiene precedentes antiquísimos en las religiones paganas y en el culto hebreo. Las manos, que entre los miembros del cuerpo son el medio principal con que el hombre desarrolla su actividad propia, fueron muy pronto consideradas en el lenguaje religioso como sinónimo de potencia y de fuerza. De aquí las expresiones bíblicas manus Def, dextera Domini[4].

En el ámbito cristiano la mano derecha de Dios tiene diversas significaciones:
  1. indica protección divina,
  2. legitimación de un poder 
  3. legitimación de un testimonio cualquiera.
Hay representaciones tanto de la palma como del dorso. Frecuentemente en el cielo entre las nubes y dirigida hacia la tierra; con los dedos abiertos o bien juntos en forma de corno o bien bendiciendo y transmitiendo el poder a los hombres[5].

Representaciones de este tipo las encontramos, por ejemplo, en la obra pictórica óleo sobre lienzo, El festín de Baltasar (1635), de Rembrandt[6].


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El festín de Baltasar. Rembrandt. 1635. Óleo sobre lienzo. National Gallery de Londres

  • La plegaria en dirección a Oriente

La imposición de las manos no es el único gesto litúrgico presente en la ordenación de los exorcistas.


Vuelto hacia el altar, sin mitra, dice: Oremus” De Ordinatione Exorcistarum.

La plegaria en dirección al Oriente es otro de los gestos litúrgicos reconocibles en el rito de ordenación de exorcistas. El gesto era muy común en los cultos paganos y entre los hebreos, quienes oraban en dirección al templo de Jerusalén; pero los cristianos, adoptándolo, le dieron un motivo enteramente propio y original[7]. Según la tradición cristiana, Jesús subió al cielo por la parte de oriente, lugar del que además sale el Sol y en la tradición cristiana, se sitúa el paraíso terrenal[8].

La costumbre de orar con el rostro vuelto hacia Oriente es probablemente tan antigua como el cristianismo. La primera alusión a ello en la literatura cristiana se encuentra en el libro de las Constituciones Apostólicas[9], probablemente de los años 200-250, en el que se dice que el templo debe ser ovalado, "con su cabeza hacia el Oriente". San Carlos Borromeo, en su Instrucciones de la fábrica y del ajuar eclesiásticos, señala que la cabeza de la iglesia debe mirar en línea recta hacia oriente, si bien nunca completamente hacia el oriente solsticial, sino hacia el equinoccial[10]. La razón de tal práctica, que no es originaria del cristianismo, la da San Gregorio de Nisa[11]: “El Oriente es el primer hogar de la raza humana, el asiento del paraíso terrenal”.

En época posterior, ya en las postrimerías de la Edad Media, los teólogos cristianos alegaron nuevas razones para argumentar la orientación hacia Levante, concretamente, que Jesucristo, en la Cruz, miraba hacia poniente, pero que su llegada tendría lugar del Oriente para el juicio final[12]. En este sentido, la llegada de Jesucristo se define como la salida del Sol por Oriente. De hecho, a Cristo-Dios se le relaciona con la luz; a Dios como lugar en el que no hay tinieblas[13], y a Cristo en un sentido más litúrgico, tal y como se recoge en las Sagradas Escrituras: “Yo soy la luz del mundo: el que me siga no caminará en la oscuridad[14]. Estas atribuciones divinas se transfieren a la vida religiosa de los fieles. La luz, en el lenguaje universal, el un símbolo espontáneo de la vida o de la verdad; mientras que las tinieblas será siempre índice de la soledad, del frío, de la desorientación, del error, de la esclavitud[15].
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Adoración del nombre de Dios o La Gloria. Francisco de Goya. 1772. Pintura al fresco. Coreto de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar. Zaragoza.

La palabra y la luz son dos de los elementos simbólicos más reveladores para este Orden. Ya se ha señalado la gran importancia simbólica de la luz, sobre todo como iluminación de la verdad de Dios y también como primera luz de la venida del Salvador en el Juicio Final[16], entendiendo que ésta debe acontecer por Oriente, por donde sale el Sol en el amanecer. Así, Dios es la luz[17].

Pero no se puede dejar de lado el poder de la Palabra, distinguiendo ese poder como fundamento del diálogo entre Dios y su pueblo[18]  y formulación para convocar la presencia de Cristo en la liturgia. No hay que olvidar que la forma de este Orden son las palabras[19], que dice el Ordenante al tiempo de entregar el Libro de los exorcismos (o bien el Pontifical, o el Misal), a saber, “Accipite, et commendate memoriae, et habete potestatem imponendi manus super energumenos, sive baptizatos, sive cathecumenos[20].

Es tal el sincretismo entre ambos elementos, palabra y luz, que Cristo, atisbado como verdugo del mal, “lo matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (Tesalonicenses 2:8). Esta sintonía entre el Orden y Jesús no es casual. De hecho, algunos teólogos[21] han querido ver y creer que probablemente Jesucristo instituyó este orden cuando dijo al demonio que estaba posesionado de un hombre: “¡Cállate, y sal de él!” (Marcos 1:25).

  • El canto

El canto es una realidad religiosa en toda la Biblia y, particularmente, en los Evangelios. De hecho, preside el reconocimiento de la presencia de Dios en sus obras de la creación y en sus intervenciones salvíficas en la historia, abarcando todas las formas de expresión sonora, desde el grito y la exclamación gozosa hasta el cántico acompañado de la música y de la danza[22]. No hay que perder de vista que la comunicación por medio del canto es una forma de comunicación sonora y verbal que participa de todas las cualidades de la comunicación verbal hablada, reforzadas por las cualidades del canto, y de acuerdo con las distintas situaciones rituales que este provoca[23].

Las funciones del canto y de la música en la liturgia se definen por sus características, puestas al servicio de los fines de la liturgia o del ritual en el que se apliquen. En este sentido, y aplicado a la ordenación de los exorcistas, toma mayor sentido entender el canto no como un cierto ornato que se añade a la oración, como algo extrínseco, sino más bien como algo que proviene de lo profundo del espíritu del que ora y alaba a Dios[24]. De este modo, y tal y como se expresa en el canto cumple su función de signo de una manera tanto más significativa cuanto "más estrechamente estén vinculado a la acción litúrgica"[25].

Como vemos, los símbolos representan una parte fundamental del ordenamiento, adquiriendo una relevancia que emana de un sentido ancestral, meditado y comprensible. La figura de Dios y su sentido para la Cristiandad engloban el ritual cargándolo de significado. Entender esta parte es fundamental para poder tener una visión más genérica de su sentido.

En el siguiente artículo trataremos de explicar uno de los puntos, llamémoslo protocolario, del ordenamiento: la posición de los participantes. 


NOTAS
[1] RIGHETTI, Mario: Historia de la Liturgia. Madrid, 1956. En http:/www.holytrinitymission.org/books/spanish/historialiturgiamrighetti1.htm (11/11/2017).
[2] Ibídem.
[3] Ibíd.
[4] Mano derecha de Dios (Dextera Domini en latín) 
[5] RIGHETTI, Mario: Historia..., Op. Cit.
[6] Ficha de la obra: http://www.artehistoria.com/v2/obras/55.htm
[7] RIGHETTI, Mario: Historia..., Op. Cit.
[8] Ibídem.
[9] En http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/apost_constitutions/index_sp.htm
[10] BORROMEO, Carlos: Instrucciones de la fábrica y del ajuar eclesiásticos, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1985. p. 15.
[11] NISA, San Gregorio de: De Oratione Dominica., P. G., XLIV, 1183.
[12] AQUINO, Santo Tomás de: Suma de Teología. (Tomo IV, Parte II-IIb). Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1989. pp. 61-62. Recurso electrónico en http://biblioteca.campusdominicano.org (consultado 21/12/2017).
[13] Juan 1:5, “Dios es luz, en él no hay tinieblas”.
[14] Juan 8:12.
[15] ALDAZÁBAL, José: Gestos y símbolos. Centre de Pastoral Litúrgica, Barcelona, 2003. pp. 58-60.
[16] Vése nota .11
[17] Vése nota .12
[18] LÓPEZ MARTÍN, Julián: La liturgia de la Iglesia. Biblioteca de autores cristianos, Madrid,, 1996. p. 83.
[19] Recogidas en las Sagradas Escrituras.
[20] De Ordinatione Exorcistarum.
[21] LARUMBE y LAMDER, Tomás: El seminarista. Vol. I. Vergara, España,, 1905. p. 219.
[22] LÓPEZ MARTÍN, Julián: La liturgia..., Op. Cit. pp. 111-113.
[23] Ibídem. p. 135.
[24] Ordenación general de la Liturgia de las Horas (270). En http://www.corazones.org/biblia_y_liturgia/liturgia/liturgia_horas_orden_gen.htm (Consultado el 21/12/2017).
[25] LÓPEZ MARTÍN: Julián: La liturgia…, Op.Cit. p. 113.

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